Unas
cuantas veces en mi vida he experimentado momentos de una claridad
meridiana en los que, durante unos breves segundos, el silencio ahoga
el ruido y puedo sentir en lugar de pensar. Todo parece muy definido;
el mundo es claro y fresco. Esta sensación me ha invadido, sobre
todo, durante los últimos meses ya que despertarme se ha convertido
en algo menos doloroso. Antes, la fría certeza de que no estabas me
atormentaba dolorosa y lentamente. Nunca fui de las que saltan de la
cama y reciben el día con una sonrisa. Pero quizá hoy sea
diferente.