Te quería, y lo estropeaste todo. Te quería y me dejaste vacía, sin corazón porque tú te lo llevaste; te lo llevaste y no quisiste devolvérmelo. Intentaste, con el tiempo, recuperarme, pero ya era demasiado tarde. Demasiado tarde para volver a las mentiras, a las palabras y promesas que nunca se cumplirían. Demasiado tarde para volver a ser tuya. Te arrebaté lo que tú me arrebataste una vez; mi corazón. Debo admitir que fui feliz junto a ti, y que nadie más que tú era capaz de hacerme sonreír solo con mirarme y decirme "te quiero". Lo reconozco, fuiste más que un solo capítulo, fuiste mi historia; pero las historias siempre tienen segundas partes, y en esta sale alguien mejor que tú, así que FUCK OFF.  

He hecho un pacto con el diablo. Me senté en su cama y reflexioné sobre las cosas que había hecho antaño. Pensé en lo difícil que había sido mi vida hasta el día de hoy, y me he dado cuenta de que no merezco seguir aquí, no sin una cura para los errores del pasado. Me di cuenta de que mi vida se había basado en el amor, las broncas y otras mierdas, por lo que decidí dar el paso. Le miré y le dije: "No quiero perderme a mí misma. No quiero ser otra persona más que yo".
Él me miró y sonrió, un poco perplejo al fin y al cabo. Según él, creía que iba a pedir ser más sexy...Tío, yo soy fuego... en fin que al final me decidí por ser yo misma, por no cambiar nada, y mostrarme tal y como era ante los demás. No he fallado. 
¿Qué gana el a cambio? El placer de contemplarme todos los días. ¿Qué más puede pedir?


¿Sabes? Me cansé de ser la buena de la peli, la muñequita con las uñas pintadas de rosa con purpurina, las extensiones de dos metros, los dos kilos de rímel en cada ojo y los tacones de cuarenta centrimetros. No soy una princesa que necesita a un príncipe para sobrevivir, soy una princesa con armas, muchas armas, para seducir, follar, y aniquilar.


A veces cuesta ser uno mismo...Te detienes a pensar si de verdad vales la pena, o eres solo otro idiota más en este mundo lleno de otros idiotas...
Te planteas si de verdad mereces vivir tu vida como quieres; si puedes hacerlo, o solo eres un títere manejado por alguien superior a ti. Te cuestionas tantas y tantas cosas, que no te das cuenta de que si no merecieses la pena, ¿por qué coño te darían a elegir? Puedes aportar tu granito de arena para crear un mundo de mierda o aportarlo para que otro idiota como tú se de cuenta de que es único, y especial, y que nadie podrá reemplazarle.
Me cuesta afrontar los problemas. La verdad es que me da miedo hacerles frente, porque...¿y si pierdo? ¿Y si ellos son más fuertes que yo? Tengo miedo de quedarme estancada, no poder echarles cara, y lo odio. Odio ese sentimiento más que nada en el mundo, porque soy la primera que piensa que hay que ser fuerte, valiente y enfrentarse a lo que vengas, no solo con tu cuerpo, sino con tu mente y tu corazón. Sé valiente, sé fuerte, y si no puedes, alguien se encargará de serlo por ti.Basta de vivir cada segundo como si fuese el último, porque con eso solo perderemos tiempo de nuestro presente, y realmente no vivimos; debemos vivir cada segundo como si fuese el primero de nuestra larga vida.
El amor no entiende de nada; nada más que trae problemas, pero quizás los problemas no me importen si la persona a la que quiero está conmigo. Puede que a veces decepcionemos a los demás, a personas que son importantes para nosotros, pero si de verdad nosotros les importásemos, se alegrarían de que nosotros fuésemos felices, sea o no con la persona que les importa. Quiero una noche contigo. Una noche en la que solo estemos tú y yo; en la que el mundo solo sea una pequeña parte. Quiero una noche a tu lado, en la que nuestros labios no hagan más que sentirse, en la que nuestras manos se unan procurándose calor, en la que nuestras palabras prometan un futuro juntos. Quiero, no una noche, sino toda una vida.
A veces las cosas cambian, las personas cambian. Te das de bruces con ellos un día, los conoces, les crees, les quieres, y luego te dan el palo por la espalda. No sé si es el puto destino que quiso hacerme más fuerte, pero parte de mí se ha ido para siempre. Dejemos de tomarnos la vida tan en serio, y comencemos a perseguir nuestros sueños como si no hubiese mañana, a sentirnos bien con nosotros mismos, y a romper las fuerzas que nos limitan. Vamos a comenzar a vivir con locuras, con sonrisas y bromas, dejando de lado todo eso que nos pueda amargar nuestro día. VIVAMOS MIENTRAS SEAMOS JÓVENES.

No necesito ninguna razón, mas que tu sonrisa, para sonreír. No necesito ninguna razón, mas que tu felicidad, para ser feliz. No necesito ninguna razón, ,mas que tus lágrimas, para abrazarte y hacerte reír. No necesito ninguna razón para amarte, solo existir.


Nadie conoce tu destino; nadie puede predecir tu futuro; ni si quiera el presente. Actúas por instinto, por las pautas que te marca tu corazón; actúas dependiendo de tus sentimientos. Según el momento puedes llorar, reír, gritar, enfadarte, pelear...mil y una cosas, pero quizás, un instante después ya estés actuando de forma distinta. Nadie sabe que es lo que marca tu camino; quizás sea Dios, tu familia, amigos, o puede que tu mismo. Eres tú el que sigues las huellas del camino, pero nadie sabe de quienes pueden ser. Eres tú el que, con tus experiencias y vivencias, debes reconocerlas.
Cierra la puerta, silenciemos el mundo, y besémonos como deseamos hacerlo. Es difícil mantenernos alejados cuando nuestros cuerpos quieren unirse, fundirse, tocarse. Noto tus manos sobre mi piel, cálidas, suaves, siento tu aliento en mi cuello, y me pierdo en un sueño, de repente, al oír que solo quieres estar a mi lado, cuidarme, ser mi razón de ser. Parece que el mundo no existiría sin ti. Tus manos descienden por mi cuerpo, me acarician, y me siento feliz un día más por poder compartirlo contigo.
Y no creo que haga falta cambiar para convencer, ni dar más para recibir. Que a veces querer y ser querido pueden parecerse, pero no es lo mismo. Que las palabras sobran y se las leva el viento cuando estan los hechos. Que el malo nunca es tan malo y que el bueno no siempre es tan bueno. Que equien espera, obtiene su recompensa y quien desespera lo pierde todo. Que lo sé, que no hace falta que me expliques en qué consiste eso que llamamos vida, que yo ya sé lo que es amar, esperar y olvidar. Que a veces no necesitamos que nos pase algo malo para recibir lo bueno. Que las cosas pasan porque pasan y no hay que darle más vueltas. Que lo pasado, pasado está, y por mucho que se piense en ello no se va a cambiar. Que la memoria no borra, esconde. Y que si compito contra el tiempo, siempre pierdo. Que ahora mismo hay gente que se lamenta por una ruptura con su pareja mientras que otras lloran por alguien que ya no podrán ver a su lado nunca más. Que el amor puede llegar en un pestañeo de un segundo e irse antes de que cuentes 10. Que las personas más cercanas en tu vida puede no estar y darte la espalda. Que está claro, que a veces el que qrriesga no pierde nada y que perdiendo también se gana. Que la vida pasa, que el tiempo pasa, que esperamos demasiado sin darnos cuenta. Que los problemas si quieres se solucionan, y que las peleas con amigas son tonteria, Que a veces tenemos algo más cerca de aquello que esta más lejos y ni se nos pasa por la cabeza hacerlo. Y sí, que el dolor es inevitable. pero el sufrimiento es opcional. Que a veces no valoramos las cosas que tenemos, y nos damos cuesnta de lo necesarias que son cuando las perdemos, y todo por el simple hecho de no saber reaccionar a tiempo.
Salta mientras te queden energías, cultiva tu mente todo cuanto puedas y más, pues es sano. Mantén la vista fija en tu objetivo e ignora todo aquello que intente desviarte del camino. Pásalo bien en el mientras, pero no te olvides de que hay un antes y un después. Y es que en el antes decides el mientras y en el después o te arrepientes o lo recuerdas con gratitud. Llora porque, a veces, es necesario. Pero ríe mucho más; ríe hasta que te duela la mandíbula. Ama porque todos necesitamos ser queridos y sin amar no es posible. No cambies a menos que sea, bajo tu juicio, un cambio a mejor. Sé como quieras ser, sin que nadie altere tu personalidad ni intervenga en tus decisiones; así que decide libremente de entre todas las posibilidades aquella que prefieras, ignorando todo lo que intente hacerte cambiar de opinión y, como no, responsabilizándote de tu acción con todas las consecuencias que, por un casual, conllevara. Es el momento de permitir que afloren los sentimientos, aunque no debería de ser sólo hoy. Debería de ser así siempre. Pero sobre todo sonríe. Porque nunca sabes quien se puede enamorar de tu sonrisa. 


Hay quien piensa que la mejor defensa es un buen ataque. Estas personas, por lo general, tienden a tratar de dominar sobre el resto, haciendo daño para no salir herido. Creen que eso les protege, los mantiene a salvo del dolor. Porque tienen miedo a que algo les afecte de verdad, profundamente, tanto bueno como malo. El único inconveniente es que, al final, les afecta doble y desproporcionadamente a ellos mismos, incluso más que a los demás.Y es que, en mi opinión, el mejor ataque es una buena defensa. Revelarse contra el sisitema, intentar cambiar el ritmo de las cosas y enfadarse con el mundo (e incluso con uno mismo) cuando algo no sale como querríamos; no ayuda, en absoluto. Atacar a los demás cuando esto ocurre, menos aún. Porque los demás no tienen la culpa e hiriéndolos no haces más que herirte a ti mismo. Y para el final de la velada estarás solo, echando de menos a todos aquellos que intentaron ayudarte.Sin embargo, protegerte de todo aquello que pueda afectarte y que, aunque lo haga; no duele tanto, sólo escuece... sí que ayuda. Al menos, hay esperanza, regocijo, fe en que pronto todo pasará. Porque, en realidad, sentir dolor es algo de lo más natural. La diferencia está en la capacidad y la manera que tengas para que ese dolor no permanezca para siempre. El hecho de creer que traspasando ese dolor a los demás se aliviará el tuyo propio; es egoísta. Y mantener el dolor en tu interior, para ti solo, también lo es. Nadie, en su sano juicio, puede aguantar algo así. Por lo que comparte (no trasmitas), siente y haz sentir, respeta y te respetarán a ti, sonríe y haz sonreír, ama y serás amado...Aquel amor que me abrasaba ya no quema, sólo escuece. 


Sólo faltó mirar hacia arriba durante un segundo, hacia el techo. Y fue cuando, de verdad, me di cuenta de lo que me pasaba. Llevaba desde las diez de la noche en la cama intentando dormirme, intentando hacer lo contrario a lo que quería hacer. Eran ya las tres de la madrugada y aún no había podido pegar ojo. Y es que lo que, en realidad, me apetecía más que todas las cosas del mundo era desearte. Ya lo hacía, claro que desde mi cama no era tan eficaz como me gustaría. Pero lo hago siempre, te deseo a todas horas. Y aún así llevo luchando contra lo que siento demasiado tiempo. Todo por no confiar en los demás, por no confiar en mí misma y, sobre todo, por no confiar en que tú sientes lo mismo. De nada me sirve estar ahora aquí tumbada mirando al techo blanco e inmaculado si no estás tumbado a mi lado. Lamentarme de tu ausencia es inútil porque la única culpable de ella soy yo. Porque fui yo quien te alejó de mi en su momento, es ilógico; pero lo hice. Siento que debería levantarme y correr, no podré dormir esta noche si no te cuento todo esto. Sí, lo haré. Pero mejor mañana, ahora es demasiado tarde como para presentarme en tu portal. Aunque el miedo ya no me puede, nunca más podrá conmigo.Y entonces lo oí.¿Estaba soñando? Es imposible. Ja, ja. Ahí estaba otra vez. Esa inigualable e increíble manera de reírse que me volvía loca. El sonido venía de la planta de abajo. Mientras buscaba a tientas el interruptor de la luz del otro lado de la habitación, escuchaba cada vez más y más fuerte la risa. Bajé con cautela las escaleras, aún sin la certeza de qué cara encontraría frente a mi. Este era un hecho que, en el fondo, me aterrorizaba y es que aún cuando logré bajar todos los escalones, no podía ver nada del salón. La oscuridad comenzaba a ponerme nerviosa, pero escuché su voz tras de mí y todo se calmó. Mis nervios se apaciguaron y ya no podía moverme de donde estaba, ni un sólo centímetro...-Escucha, ni se te ocurra interrumpirme para terminar alguna de mis frases. Tengo que decirte todo lo que llevo pensando varios años, y voy a hacerlo ahora.+Ya somos dos.-¿Recuerdas cuanto me quejaba de que ocuparas tu mesa y la mitad de la mía? Pues ahora me falta algo. Me falta tu codo en mi mesa. Tu sonrisa en mi vida. Y todas esas veces que me metí contigo... en realidad, eran elogios. O como aquella vez que me preguntaste si me importabas y yo te dije que no lo suficiente, en realidad quería decir "demasiado". Incontables otras veces en las que me susurrabas monosílabos al oído y se me erizaba la piel, bien, no era por el frío. Ahora lo sé.Y esto ocurre justo en este preciso momento porque es cuando estamos más separados que nunca estando tan cerca el uno del otro. Cuando cada mañana al levantarme no tengo la certeza absoluta de que te veré, me sobran todas las horas del día porque en ninguna de ellas estás y, por ello, se pasan lentamente. Muuuuuy lentas. El mundo se ha propuesto distanciarnos, más alejados el uno del otro de lo que nunca lo estuvimos. Y eso es por lo que ahora te echo de menos, no podía ser de otra forma. Porque es exactamente este el momento en el que me he dado cuenta de que te necesitaba aquí, siempre lo he hecho.
Haces que todo mi mundo siga en pie con sólo mirarme. Y esa tarde, en el salón, el Universo entero cobró sentido con tu voz. Todo volvía a funcionar de nuevo en mí.



Cuando él abrió la mano pude ver una estropeada y mugrienta rosa roja. Vi esta rosa cuando estaba caminando por la calle y me recordó a cuando te encontré a ti. No podía ser más perfecta para nosotros. Y es que, a veces, vamos tan inmersos en nuestros pensamientos que no nos fijamos en lo que hay a nuestro alrededor cada día: una persona maravillosa, una rosa tirada en el suelo como si no valiese la pena o no mereciera que te fijaras en ella. A simple vista, la verdad es que engaña y da miedo arriesgarse, pero cuando te fijas; cuando la coges del suelo y le dejas entrar en tu vida, ya no la puedes dejar ir. Te cala hasta los huesos. Y es en ese preciso momento cuando aprecias que lo que tienes, aunque haya sido inesperado a la vez que sorprendente todo el tiempo que has tenido que esperar, es infinitamente mejor que todas las cosas que hayas tenido en la vida. Aunque haya rosas que tienen espinas

¿Estaba soñando? Es imposible. Ja, ja. Ahí estaba otra vez. Esa inigualable e increíble manera de reírse que me volvía loca. El sonido venía de la planta de abajo. Mientras buscaba a tientas el interruptor de la luz del otro lado de la habitación, escuchaba cada vez más y más fuerte la risa. Bajé con cautela las escaleras, aún sin la certeza de qué cara encontraría frente a mi. Este era un hecho que, en el fondo, me aterrorizaba y es que aún cuando logré bajar todos los escalones, no podía ver nada del salón. La oscuridad comenzaba a ponerme nerviosa, pero escuché su voz tras de mí y todo se calmó. Mis nervios se apaciguaron y ya no podía moverme de donde estaba, ni un sólo centímetro...-Escucha, ni se te ocurra interrumpirme para terminar alguna de mis frases. Tengo que decirte todo lo que llevo pensando varios años, y voy a hacerlo ahora.+Ya somos dos.-¿Recuerdas cuanto me quejaba de que ocuparas tu mesa y la mitad de la mía? Pues ahora me falta algo. Me falta tu codo en mi mesa. Tu sonrisa en mi vida. Y todas esas veces que me metí contigo... en realidad, eran elogios. O como aquella vez que me preguntaste si me importabas y yo te dije que no lo suficiente, en realidad quería decir "demasiado". Incontables otras veces en las que me susurrabas monosílabos al oído y se me erizaba la piel, bien, no era por el frío. Ahora lo sé.Y esto ocurre justo en este preciso momento porque es cuando estamos más separados que nunca estando tan cerca el uno del otro. Cuando cada mañana al levantarme no tengo la certeza absoluta de que te veré, me sobran todas las horas del día porque en ninguna de ellas estás y, por ello, se pasan lentamente. Muuuuuy lentas. El mundo se ha propuesto distanciarnos, más alejados el uno del otro de lo que nunca lo estuvimos. Y eso es por lo que ahora te echo de menos, no podía ser de otra forma. Porque es exactamente este el momento en el que me he dado cuenta de que te necesitaba aquí, siempre lo he hecho.
Haces que todo mi mundo siga en pie con sólo mirarme. Y esa tarde, en el salón, el Universo entero cobró sentido con tu voz. Todo volvía a funcionar de nuevo en mí.

 Mis ojos tienen sed de mirarte y, para ellos, sólo existen unos ojos que le devuelvan la mirada: los tuyos. En concreto, tengo sed de las miradas reveladoras que me dabas; una necesitada sed que sin ella no me faltas. Que sin ella no te siento cerca. Tanta sed que si no la tuviera, no te tendría conmigo.
Mis labios tienen sed de besarte, para eso existen unos labios únicos en cuanto a saciarlos se refiere. Sed de desgastados y rojos labios sedientos de ti, sed de que tengas sed de mí.
Mis manos echan de menos tocarte, tienen sed de tus manos. Las mías, sedientas de tu tacto, buscan las huellas que dejaste en mi piel. Sed de mejillas coloradas y lágrimas de felicidad surcándolas. Sed de tu aliento en mi nuca, de tu sonrisa a los problemas y, sobre todo, de tu mirada tranquilizadora. Estoy completa y locamente sedienta de tu insaciable y característico olor impregnado en mi ropa. Sed de tu mano en la mía, de tu altruismo permanente. Tengo sed de que me llames desde lejos sin hablarme y eso ocurre cuando la desesperada sed que tengo a todas horas me avisa de que no estás y quiere saciarse contigo; como una respuesta, algo en mi cuerpo que se acciona si me faltas. Una sed que el agua no sacia, sólo tú puedes hacerlo. Únicamente tú puedes calmar esta incontrolable sed de que estés sediento de mi, de que me eches un poco de menos. Alcohólica de tu esencia sería por acabar con la sed de saciar tu sed, tan sólo si quisieras ser saciado.
Estoy sedienta de ti. Tú, que me quieres y no me quieres, y que sin querer me dejas de querer sin haberme querido nunca. Y la sed es porque ya no te bebo, me he quitado el vicio. No te bebo sino porque de beberte tengo sed, ya que aún bebiéndote a ratos siempre sedienta estoy. Pero no me haría falta beberte si tuviera tu iris y es que si me miras se me pasa la necesidad que tengo de beberte.
Me calma las ánsias.
Siempre resulta sorprendente que una parte tan pequeña de la vida sea ocupada por momentos tan significativos. Debería ocurrir con más frecuencia, aunque si fuera así, no significarían tanto. Estos momentos de los que hablo pasan una vez aún antes de empezar y dejan una luz resplandeciente para el futuro. Como, por ejemplo, el segundo antes de un beso que, finalmente, no ocurre. Pero, a pesar de todo, hacen de la persona que los origina; inolvidable.
Unas cuantas veces en mi vida he experimentado momentos de una claridad meridiana en los que, durante unos breves segundos, el silencio ahoga el ruido y puedo sentir en lugar de pensar. Todo parece muy definido; el mundo es claro y fresco. Esta sensación me ha invadido, sobre todo, durante los últimos meses ya que despertarme se ha convertido en algo menos doloroso. Antes, la fría certeza de que no estabas me atormentaba dolorosa y lentamente. Nunca fui de las que saltan de la cama y reciben el día con una sonrisa. Pero quizá hoy sea diferente.

Hace mucho tiempo que dejé de buscar príncipes azules y es que, un día, llegué a la conclusión de que no existían. Quizá algún día existieron, tal y como existieron los dinosaurios, eso no lo pongo en duda; no creo que la idea del hombre perfecto sea fruto de las vagas divagaciones de una enamorada platónica o de las altas expectativas en cuanto a los hombres que nos crean las películas Disney. Pero lo que creo es que, quizá, solo existiera un único príncipe perfecto para una princesita con suerte que fue contando cuán increíble era. Y a partir de ese preciso momento todas las chicas del mundo pensamos que hay un príncipe perfecto destinado para cada una de nosotras perdido por el mundo. Pero, a veces, la perfección no es todo lo que merece la pena. Porque, a veces, el interior vale más. Tenía que decirlo. Lo peor es que, a pesar de decepcionarnos a menudo y perder la esperanza poco a poco, vivimos cada día con la ilusión por hallarlo sin darnos cuenta de que un príncipe azul se convierte en tal cosa cuando las chicas como nosotras les asignamos dicho nombre; porque al considerar a alguien corriente como perfecto, se convierte en ello aunque sólo lo sea bajo nuestro propio punto de vista.Por eso ahora me interesan más los príncipes verdes o, si me apuras, los sapos. Porque los sapos no esconden lo que son, quizá sean feos y de pequeña estatura, pero no tratan de ocultarlo. Ellos se aceptan a sí mismos y si tú no lo haces, ya habrá alguien por ahí que piense lo mismo que yo y que, de verdad, los merezca. Nunca pretenden ser de otra forma a como son y aunque, por mayoría, suelen aparentar ser ásperos; en el fondo, son de lo más dulces y atentos.

¿Alguna vez has conocido a alguien con quien podrías hablar horas y horas sin cansarte? Con quien eres capaz de convertirte en otra persona y de ver a otra persona delante de ti que nadie más puede ver, y que tú no creías que existiera hasta ese momento. Alguien por quien harías lo imposible, dirías lo indecible y serías imprevisible el resto de días de tu vida si fuera necesario. Alguien que espera lo mejor de ti y nunca duda de tus capacidades aunque tú misma, a veces, dudes de ellas y del mundo entero. Quien consige ser como quiere ser contigo y seas útil llenando su vida de momentos increíbles e irrepetibles. Una persona que te contradiga en todas y cada una de tus opiniones, te saque de quicio, pero aún así respete tus decisiones cuando las tomas. Esa, entre otras muchas anteriores, es una de las razones que te incita a quererlo siempre contigo porque, además, se dedica a iluminar tus días con su sonrisa y revelar con su mirada todo lo que te falta oír con palabras. Y aunque él te quiere; no puede quererte, tú no le dejas siquiera intentarlo. Porque eres complicada, difícil y, a veces, demasiado enrevesada cuando en realidad las cosas son más simples de lo que parecen. Y es que, aunque su vida sea la tuya y viceversa, se convierten en vidas diferentes cuando tus pensamientos no quieren sintonizar con los suyos y, de repente, se te acaban las energías para seguir discutiendo. ¿Has conocido alguna vez a este tipo de persona?Yo la conocí y la dejé ir. No hagas tú lo mismo, por favor.

Hoy no me apetece hacer nada. Absolutamente nada que no sea subir al piso más alto de la ciudad y gritar a los cuatro vientos que no pienso hacer nada en todo el día, que tengo todo mi tiempo para ti. Tumbarme en el césped para sacar formas de las nubes y ver caras en el cielo, a ser posible, la tuya. Porque perder el tiempo y la palabra “contigo” suena demasiado bien. Y es que hoy no quiero pensar en las consecuencias ni ningún tipo de finalidad o segundas intenciones; cero pretensiones y limitaciones. Hoy no quiero no puedos. No existen para mí y, por supuesto, tampoco para el resto. Lo digo porque puedo decirlo y porque, aunque muchos piensen que no, también puedo hacerlo.
Aunque tuvieras que irte pronto. Pese a ser conscientes de ello y de que no debía enamorarme de ti, lo hice. Aunque no pudiéramos estar juntos, siempre habia algo que lo impedía; y aún así, seguíamos necesitando el uno del otro un poquito más cada día. Hubo un tiempo en que el que solíamos reír por nada más que entristecernos por todo. ¿Lo recuerdas? Hoy no quiero escuchar que se acabó, que una vez lo hizo. Ese tiempo es ahora, eres todo lo que me importa.
Porque, quizás, ese no fuera el fin para ti y para mi. Siempre mantuve la esperanza de que cuando volviéramos a encontrarnos, retomaríamos lo que dejamos a medias, aunque apenas empezara. Y es que nunca dijimos adiós. Por eso esto no ha acabado del todo; nunca lo hizo.
¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?


En la vida, creamos algunos vínculos que no se pueden romper y otros que, aunque intentemos impedirlo, no perduran. Aunque es obvio, ¿no? Un amigo puede dejar de hablarte sin más y tu novio puede dejar de quererte inesperadamente. Todo es posible. Y por ello, a veces, puedes tener la suerte de encontrar a esa persona que piensa estar a tu lado pase lo que pase. Y es que, quizá, te establezcas definitivamente con esa persona y lo celebres por todo lo alto, pero también existe la posibilidad de que esa persona no sea, finalmente, aquella que creías. Sin embargo, puede existir otra persona que aparezca en tu vida casualmente después de ese mal trago; la más inconcebible e imprevisible posible, que finalmente sea aquella con la que puedes contar de verdad. Esa que tan bien te conoce, a veces, incluso mejor que tú misma. Y sea, en realidad, la que ha estado siempre a tu lado sin que te des cuenta. Todo el tiempo 
Porque es más fácil engañar a quien no te presta atención. La verdadera persona que está atento a cada uno de tus movimientos, que siente algo que, la mayoría de las veces; no es recíproco, recuerda todo lo que dijiste y lo que no dijiste, también y persiste tormenta tras tormenta tu bipolarismo.... Esa. Esa es la que te merece. Aunque a veces esa persona no coincida, ni de lejos, con la idea que tenemos de pareja.
Y el mero hecho de que alguien deslumbrante llege ahora e, inesperadamente, le intereses; no quiere decir que le importes a él más que a cualquier otra persona. No te olvides del resto de personas que hay en el mundo o, más bien, a tu alrededor. Estas personas, quienes nos ilusionan temporalmente y se adaptan totalmente a las altas expectativas que tenemos creadas por culpa de los cuentos Disney, luego se van. Y sólo nos queda ese otro tipo de persona increíble que, aunque haya visto morir  su relación contigo con el paso del tiempo y partir a miles de personas en tu vida, sigue ahí. Apoyándote y ayundándote a superarlo. Y es que puede que alguien lleve interesado en ti desde el primer momento en que te vio años atrás y tú ni siquiera te hayas dado cuenta hasta ahora. 
Fantaseo con que no sea demasiado tarde y, casi siempre, fantaseo contigo.
Es curiosa la vida. Cuando eres un niño, el tiempo no acaba de pasar y luego, sin darte cuenta, tienes 50 años y de la infancia lo único que te queda cabe en una pequeña cajita oxidada. Lo peor es que cuando eres joven nadie te dice que el amor pueda ser tan... devastador; es algo que se convierte en tu perdición. Haces cosas que nunca harías, dices cosas que no dirías jamás y sientes cosas que nunca habías sentido antes, y es todo eso lo que te provoca el miedo y la desesperación a perderlo. Y el perderlo es, finalmente, la perdición en sí. Lo bueno de cumplir años es recordar que, aunque pase el tiempo, las personas importantes persisten en tu vida. Pase lo que pase.
Gracias.
La mañana siguiente siempre es la más perfecta. Y la otra, y la siguiente. Mientras crece todo está perfecto. Y ya puede entrar en déficit el país, que se hunda el suelo bajo nuestros pies o mañana no amanezca como suele hacerlo, que todo será perfecto. Maravilloso.

No puedo no necesitar la necesidad que tengo siempre de necesitarte, un poquito más cada día. La necesito.
William Shakespeare decía: Siempre me siento feliz. ¿Sabes por qué? Porque no espero nada de nadie, esperar siempre duele. Los problemas no son eternos, siempre tienen solución; lo único que no se resuelve es la muerte. La vida es corta. Por eso ámala, sé feliz y siempre sonríe. Sólo vive intensamente. Antes de hablar, escucha. Antes de escribir, piensa. Antes de herir, siente. Antes de rendirte, intenta. Y antes de morir, V I V E .
Vale, sí. Tienes razón... Me dislocas, me mueves, me paralizas. Estrujas mi órgano más vital y haces que sea la más dichosa de las dichas. Lo admito, pero esto se me viene demasiado grande ¿sabes? y a mi nunca me han enseñado a vivir con algo que me queda tres tallas de más. Por eso improviso, a menudo, por eso me contradigo y me pongo nerviosa, porque esto es algo demasiado increíble. Superior a ti, a mí, a nosotros. Siempre me enseñaron a estar callada porque siempre serás esclavo de tus palabras, pero dueño de tus silencios. Por eso es por lo que me callo y simplemente te sonrío. Porque las mejores cosas no se dicen, se demuestran. Siempre es igual. Se siente pero no se dice, se mira pero no se toca. Y sé de sobra que ningún proyecto de vida con éxito ha salido de un plan con sentido y previamente planeado, pero quiero que sepas una cosa: yo siempre, siempre, siempre... estuve destinada al fracaso, por mi completo pesimismo, hasta que te conocí...

Idóneo lugar para preguntarte qué quieres, para qué lo quieres o a quién quieres. Cuando te haces este tipo de preguntas es cuando realmente te das cuenta de que puede que tu mundo ya no es como creías o como querías que fuera. Mientras estás bajo agua parece que el tiempo se para en ese momento, que el mundo se detiene con el fin de que puedas tomar el tiempo que precises necesario; y salir a la superficie supone, casi siempre, volver al caos de la vida donde todo va demasiado rápido. Por lo que, de repente, no necesitas salir fuera del agua a respirar, hay demasiado ruido y es que mientras estás sumergido solo estás tú y tu pensamiento, cara a cara. Sin nada ni nadie que pueda interferir entre vosotros, alterar tus decisiones o cambiar irremediablemente el curso natural de las cosas.El problema es que estoy por completo segura de que si salgo y veo tu cara, interfieres totalmente en mi vida.
-Esto me parece demasiado bueno. Tan bueno que me da miedo. +¿El qué?-Me da miedo el sentimiento que conlleva lo que nos está ocurriendo. Todo lo que había aprendido hasta ahora me decía que un sentimiento como este se debe controlar, temer incluso. +¿Qué sentimiento? Descríbemelo.-¿Y tú me lo preguntas? Es simple. Sí, esa clase de sentimiento que incita a una persona arriesgarlo todo por otra, una y otra vez, sin ninguna razón aparente. Eso que hace que la razón e, incluso, que el corazón parezca que no son nada. Nada en comparación a ti, claro.+¿Y a qué le tienes tanto miedo? ¿A que esto se reduzca a la nada, desaparezca y no volvamos a sentirlo nunca más?-Digamos que tengo miedo a perderte. 
¿Sabes? Es cierto. Nunca fui de las que tienen la voz cantante, de las que se hacen notar. Como esas personas que se ofrecen a ser la portavoz de la clase, llenas de carisma y valentía.
El problema es que nunca fui de las que dejan entrar a las personas en su vida/corazón tan fácilmente. Ya, llámame fría. Solía alejar a la gente de mí (no literalmente, claro), sino simbólicamente por el mero hecho de sentirme vulnerable, frágil. Las dejaba fuera de mí, 
Pero eso es porque siempre he tenido miedo. Miedo a la pérdida, como tantas pérdidas que ha habido ya. Sin embargo, me he dado cuenta de que, sin ellos, soy más frágil y vulnerable aún. Porque las personas, todas ellas, con sus problemas y bipolaridades, con sentimientos y reacciones diferentes; son vida, caos. Y sin ellas, el mundo sería demasiado aburrido y monótono.
Y eso es por lo que ya no me asusto, no le tengo miedo a perderte porque no le tengo miedo a vivir. 
Si es cuestión de sincerarse, nunca sé qué decir cuando ya está todo perdido. Lo que he perdido es la razón. Es cierto, no soy una persona optimista. Pero suelo tener a alguien a mi lado que si lo es; será por eso de que los polos opuestos se atraen. Lo cierto es que no me peino todos los días, pero anhelo tu sonrisa cada día. Siempre llevo cacao encima porque mis labios tienen la manía de agrietarse y de echarte de menos, también. No pierdo los estribos fácilmente, pero cuando los pierdo y exploto, no me aguanto ni yo misma. Prefiero el café al té; salir a quedarme en casa; reír a llorar. Si hay que elegir entre querer o amar, me quedo con sentirte. Sonreír a los problemas en vez de agobiarse, comenzar en lugar de acabar. La verdad es que nunca supe mentir, es una suerte para los demás. Como la suerte que tuve yo de encontrarte, pues igual. 
Debo decir que, la mayoría de las veces, salgo de casa sin las llaves. Sí, soy una de las personas más despistadas que puedas conocer. Pero nunca dejo nada al azar, es tan incierto. Y lo incierto y desconocido da miedo. Aunque cuando se trata de definir y atar cabos, no sirvo. Me hago un lío y prefiero ser amiga del azar, soy indecisa. Que decida él o, si lo prefieres, el destino.
Si tengo que decir la verdad, diré que prefiero los viernes por la tarde contigo a los domingos de resaca sin ti. Creo que, si es por mejorar, que vivan los cambios y las nuevas posibilidades. Odio las probabilidades y la hipótesis nula. Son tan irrelevantes cuando se trata del corazón... Soy de las que piensan que cada persona tiene algo bueno en su interior que ofrecer al mundo y que, mostrarlo en sí, es el mayor de los deleites que uno puede ofrecer al mismo. Y que uno de los mayores placeres de la vida son los pequeños detalles, crearlos o encontrarlos. Inventar o descubrir. Mejorar, saber lo que verdaderamente tiene valor. Otorgándoselo, claro. Definir objetivos, alcanzarlos. Ser capaz de ver lo verdaderamente importante, sentir lo que de verdad merece la pena sentir. Nada más.
Aquella tarde podía esperar que ocurriera cualquier cosa. Quería esperarlo. No es que quisiera que te plantaras en mi puerta, que también. Sino que hicieras lo primero que se te pasara por la mente. Fuera lo que fuera, iba a ser lo mejor del mundo. Pero prefería que surgiera de imprevisto, que aquella tarde me sorprendieras. Me faltaba algo así, espontaneidad. Yo solía ser muy espontánea e imprevisible. Esperaba que cambiáramos esa conversación ensayada y nihilista que tenemos siempre, aunque si lo pienso; si lo esperaba ya no era tan de imprevisto. Aún así bastaba con que te salieras un poco de los planes que siempre diseñas para nosotros que, aunque al principio me parecieran de los más perfectos, llega un momento en que estar a tu lado se me hace demasiado fácil. Porque lo perfecto es, por definición, imperfecto. Lo suficientemente sencillo como para acostumbrarme y confiarme. Me acostumbro a tenerte por costumbre, y a que te acostumbres a mí. Y confío en que no te irás nunca. Lo que quiero es que no exista jamás la monotonía, no está hecha para nosotros. Tener pavor a que te vayas y, por ello, esforzarme para que te quedes. Y que no venga a buscarnos la duda, pues no se inventó para estropear lo que tenemos. Esto tan natural, sencillo y complejo a la par, tanto como lo somos nosotros mismos. Es contradictorio, lo sé. Pero aquello que es extremadamente maravilloso también es terriblemente complicado de explicar, totalmente inefable incluso para mí. 
Soy de las que se lo llevan todo, ¿sabes? Llegar y abrasar absolutamente todo lo que encuentre a mi paso hasta reducirlo a la nada. Llevarse todo resquicio de sentimiento que pueda haber en tu interior y dejarlo a la intemperie para llevarlo conmigo suena demasiado bien. Y para examirarlo. Porque da miedo, pero tener tanto que perder es bonito; aunque atemoriza. Y si no es de esta forma, si no es para calarte hasta los huesos por mí, prefiero no llegar a tu vida, prefiero no abrasar, prefiero no haberte conocido jamás si no puedo quererte como quiero hacerlo.

Nosotros no podemos ser como los demás y dejar de discutir por un momento. Y es que si lo hiciéramos no seríamos tanto nosotros mismos, porque nos define. Lo que hacemos define como somos. Y a nosotros, a ambos, nos define esa inigualable y destructiva manera de estar de acuerdo en que no estamos de acuerdo en nada. Pero hasta que llegamos a esa conclusión, discutimos. Al menos, empleamos nuestro tiempo en ponernos de acuerdo en algo. Y es que, si todo aparentara que está perfecto y no discutiéramos, sería aún más preocupante. El silencio es preocupante. Sin embargo, a veces la perfección se encuentra en las pequeñas cosas como, por ejemplo, el hecho de que estés. Con eso me basta.

-Estoy enamorado de ti. Lo he estado desde el día en que te conocí, pero he tardado en comprenderlo. Sé que, en realidad, no soy el hombre que esperabas que apareciera en tu vida.
+¿Sabes qué edad tengo? 
-Eso me da igual. Eres la mujer más guapa que he conocido.
+He tenido mis decepciones.
-Yo no voy a ser una de ellas… Jamás pensé que viviría tanto. Aunque, con la vida que he llevado, tampoco me importaba mucho. Pero en todos y cada uno de los momentos en los que he estado cerca tuya me he sentido pleno, totalmente completo. Y cuando me estaba alejando, al pensar que no volvería a verte nunca más, tuve la sensación más horrible de mi vida. Sé que puedo hacerte feliz. De verdad que lo creo. Y como te conozco de hace tanto tiempo, sé que no quieres hacer planes de futuro, nunca decides lo que vas a hacer hasta el final por lo mismo. Vives al límite. Y sé que no te lo he pedido, pero te lo pido ahora… ¿Quieres  no hacer planes conmigo? 
Para algunos, a veces es demasiado tarde y el daño ya está hecho. No hay nada que podamos hacer. Porque llevas mucho tiempo haciendo lo que haces y estás acostumbrado a tener como objetivo conseguirla a ella. Tanto que andas cegado, nada ves que no sea ella. No hay nada a tu alrededor, y no vives por algo diferente a llevártela contigo donde quiera que vayas, ya no basta con llevarla dentro de tu corazón. No puedes ver que no necesitas lo que anhelas, que no quieres lo que persigues o que, en el fondo, te importa mucho más vivir como lo haces, rodeado de las personas que te rodean. Pero no te asustes. Nada es irreversible, el daño puede remediarse. A veces, necesitamos conseguir lo que nos proponemos para darnos cuenta de lo que de verdad necesitamos. Y es que, a pesar de tener todo lo que te has propuesto tener, a ella entre otras cosas, puede que no te sientas totalmente completo y en tu interior aún quede algún recoveco sin cubrir, ese que cavó en tu interior aquella persona que siempre estuvo ahí mientras intentabas enamorar a otra. Suerte que, en temas del corazón, nada está escrito.
Bien es cierto que el presente es la parte más importante del tiempo que tenemos. Lo que hacemos con él ahora mismo, en este preciso momento y lugar, es directamente proporcional a lo que hemos aprendido a hacer desde el pasado, pues no podríamos decidir qué ni cómo hacerlo sin experiencia. Seríamos incapaces de actuar como lo hacemos sin haber aprendido a lo largo de los años que algunos actos conllevan consecuencias indeseables, que muchas miradas hacen más daño que simples palabras y más vale evitarlas, o que es preferible un pasado contigo a un presente sin ti.  
El caso es que sin pasado, no habría presente; pero sin presente, aún hay pasado. Y, por supuesto, el presente hace que haya futuro. Por eso se dice que hay que vivir el presente, porque este es la clave; escribe un futuro y, a la vez, constata un pasado. Es la unión entre ambos mundos. Y cuanto más sea el presente, según nosotros, maravilloso; mejor que mejor, así será la vida que tenemos, al fin y al cabo. Debemos mirar hacia adelante, pero sin olvidar lo que dejamos atrás. Pues a lo que dejamos atrás, a ellos, debemos quienes somos y lo que seremos en el futuro.
La vida es una obra de teatro que no permite ensayos, por eso: canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos. Pero sobre todo sonríe, mas no te escondas detrás de esa sonrisa; muestra aquello que eres sin miedo porque existen personas que sueñan con tu sonrisa, personas como yo. Y ama, ama por encima de todo; ama a todo y a todos. No cierres los ojos a la suciedad del mundo, no ignores el hambre. Olvida la bomba siempre que intentes hacer algo para combatirla, aunque no te sientas capaz.
Trata de buscar lo que hay de bueno en todo y todos porque siempre hay algo de luz en el interior de las personas al igual que hay oscuridad. Dedicate a hacer siempre aquello que te gusta; siente lo que hay dentro de ti. No hagas de los defectos una distancia, sino una aproximación, por ello, acepta la vida y a las personas que hay en ella, haciendolas tu razón de vivir.
Ahora mira a tu espalda, ¿ya hiciste a alguien feliz hoy? Pero no corras, ¿Para que tanta prisa? Corre apenas dentro tuyo. Confía en que siempre habrá una salida, siempre brillará una estrella que solamente brille por y para ti. Oye y escucha lo que las otras personas tienen que decir, puede que sea importante. Haz de los obstáculos escalones para aquello que quieres alcanzar, mas no te olvides de aquellos que no consiguieron subir en la escalera de la vida.
Por último, descubre aquello que es bueno en tu interior y procura por encima de todo ser gente; alguien en la vida de los demás. Yo también voy a intentarlo.
No hace falta que me digáis eso de que perdéis la cabeza, ya sé de sobra que tiene esa sonrisa; y esas maneras y todo el remolino que forma en cada paso de gesto que da.
Pero, además, la he visto seria ser ella misma y en serio que eso no se puede escribir en un poema. Por eso, eso que me cuentas de que mira cómo bebe las cervezas y cómo se revuelve sobre las baldosas. Y qué fácil parece, a veces, enamorarse.
Todo eso de que alguien puede llegar a ser eso único motivo de seguir vivo y que le den a la autodestrucción. Y todo eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor es un cuento que me sé desde el día que me dio dos besos y me dijo su nombre.
Pero no sabes lo que es caer desde un precipicio, y que aparezca de golpe y de frente para decirte: venga, hazte un peta y me lo cuentas. No sabes lo que es despertarte y que se retuerza y bostece, luego te abrace, y luego no sepas cómo deshacerte de todo el mundo.
Así que supondrás que yo soy el primero que entiende que pierdas la cabeza por sus piernas
y el sentido por sus palabras, todo por un mínimo roce de mejilla.
Porque yo también la veo, veo que cuando ella cruza por debajo del cielo solo el tonto mira al cielo. Y sé como agacha la cabeza, levanta la mirada y se muerde el labio superior. Y es que conozco su voz en formato susurro, y formato gemido, y en formato secreto.
Me sé sus cicatrices, y el sitio donde la tienes que tocar en el este de su pie izquierdo para conseguir que se ría, y me sé lo de sus rodillas. No sólo conozco su última pesadilla, también las mil anteriores, y yo no puedo decirle que no a nada. 
Porque tengo más deudas con su espalda de las que nadie tendrá jamás con la luna(y mira que hay tontos enamorados en este mundo).
Y sé la cara que pone cuando se deja ser completamente ella, rendida a ese milagro que supone que exista.
La he visto hacerle competencia a cualquier amanecer por la ventana: no me hablen de paisajes si no han visto su cuerpo. Pero sólo los sueños pueden posarse sobre las cinco letras de su nombre.
Este es el sentimiento más maravilloso y grandioso del mundo. Uno de los que más realizan y cultivan personal e interiormente, de los que de verdad aportan más plenitud al ser. Porque es esperanza, alimento para nuestros sueños e ilusiones para nuestras esperanzas. Llena nuestra vida, ocupándola con momentos singulares.Y aunque, a veces, parezca una de las sensaciones más devastadoras que jamás sentiste y te haga sentir vulnerable, es permanente; estable. Y la estabilidad, la mayoría de las veces, otorga plenitud. Y es que casi nunca es necesario tener presente el objeto de nuestros deseos y realizaciones, está permanentemente presente en nuestro pensamiento. Y tú, te repites en mi mente de manera intermitente. Por eso, todo está en las manos de esa persona, nuestra felicidad comienza a depender de la suya. Y si esta cae, o si por su mente durante un segundo aparece la posibilidad de dejar marchar todo y abandonar; vas detrás. Caes después, todo para llevarle contigo de nuevo y de vuelta. Es ese tipo de sentimiento que experimentas escasas veces en la vida con la misma intensidad, y por eso cuando lo sientes has de gozar de él, pues el amor no siempre dura de por vida. Así que nunca temas a experimentarlo, a compartirlo, a expresarte. Porque  expresarme, compartime contigo y experimentarte son de las mejores cosas que puedo/quiero hacer ahora mismo.
¿Y tú? ¿Qué quieres?
+¿Que qué quiero? Quiero que me llames idiota y que nunca te canses de mirarme. Que me mates todos los días, de la misma forma en que lo haces ya, y que me asustes, a veces. Quiero que me sorprendas y me destroces después. Que nos sobren los asientos y las palabras, pero no las miradas. Quiero que me traigas de cabeza, que me pongas del revés. Que me abrases y me abraces. Quiero desesperarte con mi impuntualidad, que me desesperes con tu manía de hacerme suspirar.
Jugábamos a no saber a qué estábamos jugando. Bastaba sonreírnos ahora, y no mirarnos después. Se nos iba de las manos, a menudo. Me ponías del revés, más de una vez.
Probablemente lo mejor era no preguntar lo que estábamos haciendo el uno con el otro, sólo dejar que ocurriera. Y ocurría, todo el tiempo. En realidad, era de lo más simple: dos palabras, ocho letras. Sólo que, al pronunciarlas, cabía la posibilidad de que fuera entonces cuando todo acabara. Escucharlo en voz alta sonaría demasiado real y directo, demasiado poco nosotros. Somos más complicados que eso, algo fuera de lo común. Los suspiros ya dicen tanto y lo suficiente. Así que, juguemos: el primero que se rinda y lo diga, ya sabes; pierde.
Esa mañana poco importaba que te plantaras en mi puerta. Tu presencia ya no me aturde como solía hacerlo porque ya no la necesito y, por tanto, tampoco la echo de menos. Ahora lo que tengo es tu ausencia, ya es mía; y me acostumbro a ella más fácilmente conforme pasan los días. Y tan pronto como me olvides, seré feliz. Tú lo fuiste mientras hacías como que me olvidabas, si es que alguna vez tuviste que hacerlo. Aunque para ti no lo sea, no creas que es fácil olvidarse de ti. Casi conseguí olvidarme de la adicción que provocabas en mí, la verdad es que no podía desengancharme, tan rápido como tú lo hiciste, de esa pequeña dosis de droga que me dabas cada día. No sería una droga muy fuerte la mía. 
Así que no me pidas que yo sea feliz por el mero hecho de que vuelvas porque ya hace mucho que lo soy sin que estuvieras. Ni aunque ahora me cales y me abrases a la par. Aunque me hables o me mires sin parar. Esto es lo que pienso hoy, claro, pero quizás mañana piense en ti positivamente de nuevo. Hoy algo me dice que no quiero que vuelvas, ni que eso me haga feliz porque seas tú. Lo malo de los sentimientos es que tienden a aflorar sin previo aviso y, a veces, hacia quienes no querríamos. Lo que querría es saber controlarlo/rme. Pero doy por seguro que si te veo, sólo por un segundo, me despiertas y enganchas de nuevo. Cambias mi opinión, tanto como lo has hecho tú decidiendo volver. Pero, ¿sabes qué? Intentaré con todas mis fuerzas evitarlo y evitarte porque no me apetece tener que olvidarte otra vez. Es algo incómodo y duro, y no creo que pueda conseguirlo más de una vez. Porque hoy pienso que eres algo pasado y tan asumido que no molesta ni ronronea como antes lo hacía. Pero eso pienso hoy. Mañana será otro día.
Nadie daba un duro por ella. Lo peor es que la culpa no era del resto, sino de ella. No se sentía segura de sí misma, y así, quién iba a sentir seguridad a su lado. Nunca se valoró, así como la valoraban de pequeña cuando era inocente y pueril, por tanto, no iban a valorarla ni admirarla por cómo era ahora si ni siquiera ella se admiraba a sí misma. Nadie se enganchaba a su sonrisa ya, pero porque rara vez la lucía. La desdicha nunca avisa cuando llega, pero deja huella. Y es que, por a o por b, su vida había dado muchas vueltas; la había puesto del revés mil veces y sacudido sin cesar. Tanto que había perdido la ilusión de vivir, la alegría que produce planear el futuro, sólo eso. Aunque no es poco, son las ansias de seguir viviendo; lo elemental. Había veces en las que se quedaba sin ánimos para seguir planteándose metas porque nunca funcionaron, porque ella parecía no funcionar o encajar en este mundo. Y es que a ella nunca le gustó, eso estaba claro. Nunca le gustó hacer planes. Porque se dio cuenta de que, al final, estos nunca salían como previamente planeaba. Optó por dejarse llevar, sonaba demasiado bien. Vivía al límite, decían. Pensando después, actuando primero. Y que eso algún día le traería problemas, claro. Tanto éxtasis y excesos no podían ser buenos. Caer resultaba tan posible y fácil, que ocurría a menudo. Aunque siempre lograba levantarse, mañana tras mañana, golpe tras golpe de desgracia. Nunca se abandonó del todo a otra suerte que no fuera la suya porque nadie daba ya un duro por ella. Hasta que, finalmente, resurgió de entre las cenizas, y lo hizo sola. Porque si no lo hacía ella, nadie más lo haría. Y la vida era demasiado bonita como para acabarla por falta de superación. Cuando siempre se había superado a sí misma, sorprendiéndose de lo fuerte que podía llegar a ser sólo si pensaba que podía serlo si se lo proponía.
Bastaba con que alguien diera una peseta por ella y viera que tras esa fachada de desenfreno y desmesura, aún quedaba mucho por ver. 
Lo que nos hace ser como somos, pensar como pensamos y actuar según como lo hacemos; depende de cada una de las situaciones vividas, las decisiones tomadas en ellas y, sobre todo, los fallos cometidos. Algunos seguimos la conciencia, otros no tanto. Algo reside en los genes, supongo. Pero, en realidad, son los errores los que nos enseñan a saber qué hacer y cómo hacerlo la próxima vez.
¿Y sabes qué? Hoy aprendí que es mejor creer en algo que no existe a no creer en nada. Porque creer en algo irrealizable e imposible de realizar nos impulsa a realizarlo. Y ese tipo de cosas que, aunque nos cueste, al final realizamos; son las que nos hacen más felices.
Me gusta cuando mi cuerpo está junto al tuyo e, incluso, me gusta aún más cuando está encima. Es algo tan nuevo. Mis músculos se activan y, nerviosos, no pueden evitar el movimiento. Porque me gusta tu cuerpo, lo que hace, sus modos y lo que provocan en mí. Una reacción incontrolable ante el estremecimiento y sus maneras. Me gusta sentir la columna de tu cuerpo erguirse y tus huesos clavándose en mis músculos. Adoro tu firme y constante tembladera sobre mí. Esa delicadeza con la que me tocas y que, una y otra vez, besaré. Me gusta besar esto, eso y aquello de ti. Mi cuerpo, encima del tuyo, acaricia lentamente cada centímetro de tu electrificada piel y se colma de energía, con todo lo que eso conlleva. Y tus ojos grandes, que no te caben en la cara, están llenos de amorosas migajas de pasión. Aunque, posiblemente, me gusta más cuando el encanto de tu risa hace eco debajo mía y ya no puedo hacer nada, me petrificas. No tengo remedio, estoy llena de energía y de ti.