Hoy no me apetece hacer nada. Absolutamente nada que no sea subir al piso más alto de la ciudad y gritar a los cuatro vientos que no pienso hacer nada en todo el día, que tengo todo mi tiempo para ti. Tumbarme en el césped para sacar formas de las nubes y ver caras en el cielo, a ser posible, la tuya. Porque perder el tiempo y la palabra “contigo” suena demasiado bien. Y es que hoy no quiero pensar en las consecuencias ni ningún tipo de finalidad o segundas intenciones; cero pretensiones y limitaciones. Hoy no quiero no puedos. No existen para mí y, por supuesto, tampoco para el resto. Lo digo porque puedo decirlo y porque, aunque muchos piensen que no, también puedo hacerlo.