Salta mientras te queden energías, cultiva tu mente todo cuanto puedas y más, pues es sano. Mantén la vista fija en tu objetivo e ignora todo aquello que intente desviarte del camino. Pásalo bien en el mientras, pero no te olvides de que hay un antes y un después. Y es que en el antes decides el mientras y en el después o te arrepientes o lo recuerdas con gratitud. Llora porque, a veces, es necesario. Pero ríe mucho más; ríe hasta que te duela la mandíbula. Ama porque todos necesitamos ser queridos y sin amar no es posible. No cambies a menos que sea, bajo tu juicio, un cambio a mejor. Sé como quieras ser, sin que nadie altere tu personalidad ni intervenga en tus decisiones; así que decide libremente de entre todas las posibilidades aquella que prefieras, ignorando todo lo que intente hacerte cambiar de opinión y, como no, responsabilizándote de tu acción con todas las consecuencias que, por un casual, conllevara. Es el momento de permitir que afloren los sentimientos, aunque no debería de ser sólo hoy. Debería de ser así siempre. Pero sobre todo sonríe. Porque nunca sabes quien se puede enamorar de tu sonrisa.